En el siglo pasado, durante las grandes crisis económicas, el cine fue siempre una válvula de escape. Durante la Gran Depresión proliferó en Hollywood la producción de filmes fantásticos como ‘King Kong’, y de comedias trepidantes como ‘Sucedió una noche’, ‘La gran aventura de Silvia’, ‘La fiera de mi niña’ o ‘Los viajes de Sullivan’, géneros escapistas que, sin embargo, no le daban la espalda al problema: la primera secuencia de la mítica primera película sobre el rey Kong mostraba a una chica sin trabajo ni dinero robando una manzana en el mercado, mientras que ‘Sucedió una noche’ y ‘Los viajes de Sullivan’ concentraban el periplo de sus héroes y heroínas por los campos de vagabundos y zonas sin posibilidad de empleo.
En pleno siglo XXI, con la pandemia del covid-19 cerrando las salas de cine (además de teatros, museos, librerías, locales de música, superficies de ocio y todo lo que el virus se está llevando por delante), las películas quizá no sirvan de escape a la cruda realidad como entonces, pero deberían ayudar a soportar mejor la situación (junto a las series, claro). Y lo que en los años 30 del siglo pasado no podría haber sido, ahora sí resulta posible gracias al ‘streaming’ que, mira por donde, lejos de ser un obstáculo directo para la distribución cinematográfica en sala, se convierte –durante unas semanas, esperemos que pocas– en un alivio.
Las plataformas son ahora mismo un bálsamo para el cinéfilo, para el consumidor parcial de cine y para cualquiera que quiera evadirse un rato frente a una pantalla ya que no puede ir a la sala a reírse, pasar miedo o inquietarse con una trama criminal junto a un puñado más de espectadores. Varias plataformas han adelantado sus estrenos y organismos públicos, como las filmotecas, ofrecen también una selección ‘online’ de sus fondos. Es tiempo, también, para que de repente aparezcan obras que igual seguirían siendo invisibles si la situación fuera, felizmente, muy distinta.